Por: Andrés Aguirre Martínez – Ex Director General del Hospital Pablo Tobón Uribe, Colombiano Ejemplar 2021 Categoría salud persona
Las personas, las empresas, los países y las sociedades siempre han requerido para su avance y desarrollo de buenos líderes, esas personas que son capaces de inspirar a la gente a través de historias que vale la pena ser contadas, que sin perder el sentido de la realidad sueñan con una mejor y que mueven a las personas a actuar y dar lo mejor de sí, para unirse en torno a un propósito que transforma para bien.
Un buen líder hace prosperar a todo y a todos. Prosperar que etimológicamente significa: esperar – sperare, adelante – pro. De la primera también se deriva esperanza. Un buen líder siembra, mantiene y acrecienta la esperanza, una palabra que tiene una historia maravillosa.
En la mitología griega la diosa de la esperanza se llamaba Elpis y era hija de Nix, la diosa de la noche. Además, hermana de Tántaro y Erebo, dioses de las tinieblas y de las sombras. Es decir, no hay esperanza sin oscuridad. En eso se diferencia radicalmente del optimismo, que es ver todas las circunstancias como positivas. Pero además, se cuenta que cuando Pandora abre la caja que le había entregado Zeus y en la que había introducido todos los males de la tierra y salen de ella, en la caja permanece la esperanza iluminando. Una metáfora muy poderosa en todo momento y más, en los de incertidumbre. Václav Havel dramaturgo, escritor y político checo escribió: “La esperanza no es optimismo. No es el convencimiento de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, al margen de cómo salga luego”.
Alguna vez me preguntaron si yo hacía lo que quería, como si en la vida uno hiciera lo que le da la gana, lo que se le venga en gana. Yo contesté que hacía lo que debía y dentro de ese marco, había cosas que quería y otra que no; pero que lo esencial era si eso que debía, tenía sentido para la vida y para mi vida. Un líder tiene un propósito significativo, lo comunica, lo comparte y lo hace de todos, y que es la base de la esperanza. Decía Søren Kierkegaard, filósofo Danés: “La vida solo puede ser comprendida mirando para atrás, pero solo ha de ser vivida mirando hacia adelante”. Expresado con otro matiz, toda vida realmente humana es pretensión y por ello, se justifica plenamente la tensión.
Siempre le temí al lenguaje de crisis. Una cosa es enfrentar una crisis y otra estar en crisis: cuando un paciente hace paro cardíaco, está en crisis, pero si quien llega a reanimarlo entra en crisis, ya no solo no vamos a resolver el problema, sino que estamos ante otro adicional. No discuto que haya momentos difíciles, pero aunque suene lapidario, hay que saber enfrentarlos. Y al respecto: ¿Qué nos enseña un oso en el invierno? Tres cosas: que sigue siendo oso y que de esa esencia dependerá su capacidad de enfrentarlo, o sea, si no es buen oso, o no se es un oso, será complejo atravesar esta época. Segundo: entra en hibernación, es decir se adapta a la reducción del alimento para conservar y mantener la vida. Tercero y lo más importante, es que espera la primavera, ese tiempo en el que las cosas volverán a ser buenas y propicias.
Nuestro país afronta realidades que son complejas y deben ser intervenidas. El Estado tiene ahí una radical responsabilidad, pero por muchas razones, no puede solo. Las entidades no gubernamentales juegan un rol importantísimo para contribuir a la solución de tantos y difíciles problemas. Ello exige líderes con una especial sensibilidad social, que superen una visión egoísta de solo resolver el problema de subsistencia de sus organizaciones y que, por el contrario, sean generadores de valor para los demás. Y con una mentalidad de unirse para ello, de construir sinergias. En el idioma indoeuropeo, del cual se derivan algunas palabras del castellano, hay dos prefijos. El prefijo “Sci” que significa partir, dividir, de ahí la palabra tijeras en inglés: scissors. Y el prefijo “Sym” que significa unir, de ahí muchas palabras como síntesis, sinfonía, símbolo, simposio. Se necesitan personas capaces de aglutinar, de cooperar, de superar sus egos, de saber que lo importante no es la figura, sino la forma como se transforman realidades y sociedad.
Con frecuencia usé en mi responsabilidad de director, esta metáfora. Hay tres palabras correlativas: director, dirigir, dirección. Pero de ellas la más esencial es la dirección. Es lo primero, porque ello le da pleno sentido a las otras dos. Y una ampliación de esta metáfora: “el director brilla por su orquesta” y la orquesta se debe al público.
En conclusión, se necesitan líderes de la esperanza, con nobles propósitos, que unan y que contribuyan a la creación de un mundo mejor.
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