Editorial: La fuerza de la articulación territorial: una oportunidad para el desarrollo integral de las comunidades con las organizaciones sociales como actores protagónicos

Escrito por Mábel Sánchez Henao – Directora ejecutiva de la Federación Antioqueña de ONG

Hablar de articulación territorial es hablar de oportunidades. Oportunidades para que las comunidades se reconozcan, se fortalezcan y tracen su propio camino de desarrollo. Para que los gobiernos locales, el sector privado y la ciudadanía organizada encuentren puntos de encuentro. Y, sobre todo, para que las organizaciones sociales asuman el rol que les corresponde: ser protagonistas en la construcción de un futuro con mayor equidad y sostenibilidad.

Cuando lo social se articula, el territorio florece

En distintos países se ha demostrado que la gobernanza local cobra sentido cuando se articula con la sociedad civil. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo subraya que los gobiernos locales son los que mejor conocen las necesidades de las comunidades y quienes tienen más cercanía para resolverlas. Pero esta cercanía no es suficiente sin el concurso de las organizaciones sociales, que son quienes entienden las dinámicas comunitarias, gestionan la confianza y, muchas veces, sostienen procesos de largo aliento donde el Estado no siempre llega.

Rimisp, el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, ha señalado que el desarrollo integral solo es posible cuando se articula lo institucional con la vida de los territorios, generando inclusión social y construyendo confianza. En esa ecuación, las organizaciones sociales no son invitadas secundarias: son nodos vitales que conectan necesidades con soluciones y que mantienen vivo el espíritu participativo.

Hoy, en los procesos de cooperación internacional y nacional, una de las perspectivas que cobra más fuerza es la unión entre organizaciones para presentar proyectos completos y robustos, que aporten al fortalecimiento de los territorios y permitan avanzar hacia una perspectiva de desarrollo integral. Esta juntanza no solo aumenta la capacidad técnica y operativa de las propuestas, sino que también potencia la sostenibilidad y el impacto de las iniciativas sociales.

Ejemplos que perduran

Antioquia ofrece experiencias que ilustran bien esta idea:

  • Las Juntas de Acción Comunal, que con su trabajo voluntario han demostrado que la democracia local florece desde lo más sencillo: arreglar una vía, gestionar un proyecto o convocar a la comunidad.
  • Los Consejos Comunitarios de Comunidades Negras, que no solo administran territorios colectivos, sino que también fortalecen identidades culturales y formas de autogobierno.
  • Los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), que nacieron del proceso de paz para que las comunidades más golpeadas por la violencia pudieran definir sus prioridades y orientar la inversión pública desde abajo hacia arriba.
  • La Alianza para el Desarrollo en Antioquia busca el desarrollo de zonas rurales a través de la juntanza de alrededor de 20 fundaciones empresariales.
  • El proyecto AOS – Alianza Oriente Sostenible que apoya y promueve el desarrollo sostenible en la región del Oriente Antioqueño.

Estos ejemplos muestran que cuando la organización social tiene un papel protagónico, la gobernanza territorial deja de ser un discurso y se convierte en una práctica transformadora.

El desafío del centralismo y la apuesta por el pluralismo territorial

No podemos ignorar, sin embargo, que Colombia sigue atrapada en un centralismo que concentra los recursos y limita las capacidades de las regiones. El periódico El País recordaba recientemente (2025) que más del 60 % de la inversión pública se queda en solo cinco departamentos, mientras que territorios como Vaupés o Guainía reciben menos del 1 %.

De ahí surge con fuerza la propuesta de un pluralismo territorial: un país policéntrico donde los territorios tengan más voz y más autonomía. Como lo señalaba El Colombiano (2023), trasladar competencias y recursos a los entes locales no solo es una manera de oxigenar a las regiones, sino una forma progresiva de marchitar un centralismo que asfixia y limita las oportunidades de desarrollo.

El papel de las organizaciones sociales

En este escenario, las organizaciones sociales tienen una misión clara: ser protagonistas en la articulación territorial. Su rol no es accesorio ni marginal. Ellas son el puente entre las políticas y las realidades, entre lo institucional y lo comunitario, entre las aspiraciones colectivas y los procesos concretos.

Asumir ese liderazgo implica fortalecer y mantener su capacidad de incidencia, profesionalizar sus procesos, crear alianzas estratégicas y mantener viva la cercanía con la comunidad. Especialmente, significa no renunciar a su esencia: ser espacios de participación, de solidaridad y de construcción colectiva.

La articulación territorial no es un asunto técnico ni un concepto abstracto: es una oportunidad tangible para que nuestras comunidades construyan alternativas de una vida mejor. Y en esa oportunidad, las organizaciones sociales no han de esperar a que otros las inviten. Son, y deben ser, protagonistas. Porque solo con su voz, con su acción y con su capacidad de tejer, el territorio podrá florecer de manera integral.

Unirse a otras, a los programas estatales ha sido y será una práctica potente para el cumplimiento misional, la escalabilidad del quehacer institucional llegando a más lugares y más personas y grupos sociales, así como para la sostenibilidad de las organizaciones sociales.

Para profundizar

https://es.wikipedia.org/wiki/Consejos_Comunitarios_de_Comunidades_Negras

https://es.wikipedia.org/wiki/Programa_de_Desarrollo_con_Enfoque_Territorial

https://es.wikipedia.org/wiki/Descentralizaci%C3%B3n_administrativa_en_Colombia

 

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